RESUCITAR A LOS MUERTOS
La nueva ciencia de la resucitación está cambiando la manera en que los médicos tratan los ataques al corazón - y a la propia muerte.
Por Jerry Adler
Newsweek
Imagínese que alguien acaba de morir de un ataque al corazón. Sus órganos están intactos, no ha perdido sangre. Lo único que ha pasado es que su corazón ha dejado de latir -lo que se define como "muerte clínica"- y su cerebro ha dejado de funcionar con el fin de conservar oxígeno. Pero ¿qué es lo que ha muerto realmente? Hace sólo unos años, en 1993, cuando el doctor Sherwin Nuland escribió el best seller "Cómo Morimos", la respuesta convencional habría sido que eran las células las que morían. El paciente no podía ser resucitado porque los tejidos tanto de su cerebro como de su corazón habían sufrido un daño irreversible debido a la falta de oxígeno.
Se suponía que este proceso empezaba en un lapso de cuatro o cinco minutos. Si el paciente no recibe resucitación cardiopulmonar durante ese tiempo, y si su corazón no puede volver a latir pronto, es poco probable que sobreviva. Este dogma permaneció sin cuestionamiento hasta que los investigadores vieron realmente bajo un microscopio lo que pasaba con las células del corazón que habían sido privadas de oxígeno. Lo que vieron los asombró, según el doctor Lance Becker, una autoridad en medicina de emergencia en la Universidad de Pensilvania. "Después de una hora", dice, "no pudimos ver ninguna evidencia de que las células hubiesen muerto. Pensamos que habíamos hecho algo mal". De hecho, las células que no habían recibido su flujo de sangre murieron recién después de unas horas.
Pero si las células siguen vivas, ¿por qué los médicos no pueden reanimar a alguien que ha estado muerto por una hora? La razón es que una vez que las células han estado sin oxígeno por más de cinco minutos, mueren tan pronto el flujo de oxígeno se restablece. Este descubrimiento los dejó atónitos. Según Becker, fue lo que lo llevó a su puesto actual como director del Centro para la Ciencia de la Resucitación en Pensilvania, un instituto de investigación recientemente creado, que trabaja en una de las últimas fronteras de la medicina: resucitar a los muertos.
Los biólogos aún están tratando de entender las implicancias de este nuevo punto de vista sobre la muerte celular -que no sería una muerte pasiva, como la de la llama de una vela que que ha sido cubierta con un vaso, sino un evento bioquímico activo desencadenado por la "reperfusión", es decir, la reanudación del flujo de oxígeno. La investigación los lleva a analizar profundamente la maquinaria de la célula, hasta llegar a las diminutas estructuras limitadas por una membrana conocidas como mitocondrios, donde el combustible celular se oxida para proporcionar energía. Los mitocondrios controlan el proceso llamado apoptosis, es decir, la muerte programada de celulas anormales que es la principal defensa del organismo frente al cáncer. "Tenemos la impresión", dice Becker, "de que el mecanismo de vigilancia celular no puede reconocer la diferencia entre una célula cancerosa y una que ha sufirido reperfusión de oxígeno. Algo activa el interruptor que hace que la célula muera."
Con este descubrimiento vino otro: el procedimiento estándar en una sala de emergencias es exactamente al revés. Cuando alguien colapsa en la calle por un paro cardíaco, si tiene suerte, recibe RCP inmediatamente y se trata de mantener su circulación hasta que puede ser reanimado en el hospital. Pero los demás, los que no tienen suerte, permanecerán 10, 15 minutos o más sin que su corazón lata, y cuando llegan a la sala de emergencias, ¿qué sucede? "Le aplicamos oxígeno", dice Becker. "Sacudimos su corazón con golpes, le bombeamos epinefrina para forzarlo a latir, es decir, hacemos que reciba más oxígeno." El músculo del corazón que estuvo privado de sangre, de pronto recibe oxígeno, precisamente aquello que conduce a la muerte celular. En lugar de ello, dice Becker, deberíamos tratar de reducir la captación de oxígeno, desacelerar el metabolismo y ajustar la química de la sangre para llevar a cabo una reperfusión gradual y segura.
Los investigadores todavía están trabajando en cómo hacer esto. Un estudio hecho en cuatro hospitales publicado el año pasado por la Universidad de California, mostró una notable tasa de éxito en el tratamiento de paros cardíacos repentinos con un método que incluye, entre otras cosas, una infusión "cardioplégica" de sangre para mantener al corazón en animación suspendida. Los pacientes fueron conectados a una máquina cardiopulmonar para mantener la circulación de sangre al cerebro hasta que el corazón pudiese ser reanimando sin riesgo. El estudio involucró a sólo 34 pacientes, pero un 80 por ciento de ellos salieron con vida del hospital. En un estudio con los métodos tradicionales los resultados fueron del 15 por ciento.
Becker también es partidario de producir la hipotermia -bajar la temperatura del cuerpo de 37 a 33 grados Celsius- lo que parece desacelerar las reacciones químicas que son afectadas por la reperfusión. El ha desarrollado una pasta inyectable compuesta de sal y hielo para enfriar la sangre rápidamente, y espera que ésta pase a formar parte del equipo estándar de respuesta a emergencias. "En una sala de emergencias uno trabaja como loco durante media hora para salvar a alguien cuyo corazón se ha detenido, y finalmente alguien dice, "creo que lo perdimos", y en ese momento paramos", señala Becker. El cuerpo que se encuentra en la camilla está muerto, pero sus miles de millones de células todavía están vivas. Becker quiere resolver esa paradoja a favor de la vida.
Traducción de "To Treat the Dead"
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